Lykke Li sigue sorprendiendo con su vídeos. En este caso, en vez de usar una coreografía divertida o a un grupo de amigos para que le hagan los coros, se atreve con algo mucho más difícil que quede bien: ella sola, un fondo negro y una cámara. Durante cuatro minutos y medio. Nada espectacular evidentemente, pero inquietante y bien resuelto. ¿Será la crisis que afecta a la industria de los videoclips?
Corto pero intenso. Es la mejor definición que se puede hacer del concierto de la sueca Lykke Li ayer en una sala Moby Dick, quizá no repleta, pero si bastante llena.
El paso de un disco tirando a intimista a un escenario no siempre es fácil, y hay que decir que la de Estocolmo superó la prueba con nota. Gracias a una percusión poderosa (con un marcado rollito tribal), la inclusión de guitarras más poderosas en canciones como "Window Blues" y su particular energía, Lykke Li convenció a un público entregado, pero como siempre, un tanto frío y con poca respuesta a los comentarios y ánimos que venían del escenario. No se si es desconocimiento del inglés o vergüenza, pero resulta un tanto sorprendente y seguramente esa impresión que tienen en Suecia de que estamos un poco locos ("Crazy Madrid People" como nos llamó ella) va a cambiar pronto.
Cuarenta y cinco minutos de concierto se hacen escasos para lo que estamos acostumbrados, pero en Suecia es normal e incluso mucho. Además, con un solo disco, el repertorio se hace corto, aunque la inclusión de un par de versiones (espectacular la de Vampire Weekend) y su canción con Kleerup hizo que no decayera, incluso después de sorprender a propios y extraños tocando sus canciones más conocidas en la primera parte del concierto.
En general, un muy buen concierto y estoy deseando que vuelva por Madrid con otro disco bajo el brazo. Entonces creo que sabremos la verdadera medida de esta chica.
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